Blogia
EVALUACIONDEL-APRENDIZAJE

DISBICICLETICOS

DISBICICLETICOS

DISBICICLETICOS
Emilio Ruiz
Dani es un niño que no sabe andar en bicicleta. Todos los demás niños ya
andan en bicicleta, los de su “cole” ya andan en bicicleta, los de su barrio ya
andan en bicicleta, los de su edad ya andan en bicicleta. Han llamado a un
psicólogo para que estudie su caso. Ha hecho una exploración, le ha pasado
unas pruebas (coordinación motriz, fuerza, equilibrio y muchas más, ha
hablado con los padres, con los profesores, con los vecinos, con los
compañeros de clase) y ha llegado a una conclusión: ese niño tiene un
problema. Tiene dificultades para andar en bicicleta. Dani es disbiciclético.
Ahora ya podemos estar todos tranquilos, ya tenemos un diagnóstico. A partir
de ese momento todo tiene una explicación: el niño no anda en bicicleta
porque es disbiciclético y es disbiciclético porque no anda en bicicleta. Es un
círculo vicioso tranquilizador. Tirando de diccionario digamos que nos
encontramos ante una tautología, una definición circular. ¿Por qué la
adormidera duerme? La adormidera duerme porque tiene poder dormitivo. Pero
poco importa porque el diagnóstico, la clasificación nos quita una gran
responsabilidad a quienes rodeamos a Dani. Todo el peso pasa a las espaldas
del propio niño. Poco podemos hacer. El niño es disbiciclético. El problema es
suyo. La culpa es suya. Nació así. ¿Qué le vamos a hacer?
Poco importa que en la casa de Dani sus padres no tuvieran tiempo para
compartir con él enseñándole a andar en bicicleta. Porque para poder andar en
bicicleta se necesita tiempo y ayuda de otras personas.
Poco importa que no le pusieran ruedas supletorias adaptadas, al empezar a
andar en bicicleta. Porque son precisas ayudas y adaptaciones cuando se está
comenzando.
Poco importa que no hubiese en las cercanías de su casa clubes deportivos
con equipos ciclistas a los que él se pudiera sumar o amigos en el barrio con
bicicletas que lo animasen. Porque para aprender a andar en bicicleta hace
falta motivación y ganas de aprender. Y gente que te aliente.
Poco importa en fin, que el niño no tuviera bicicleta, porque sus padres no se la
pudieron comprar. Porque para aprender a andar en bicicleta es necesaria una
bicicleta. Afortunadamente lo padres de Dani, previsores ante la posibilidad de
que su hijo fuera disbiciclético prefirieron no comprarle una bicicleta hasta que
lo viera un psicólogo).
Llevando el ejemplo al campo del Síndrome de Down, el proceso es semejante.
Desde que el niño es muy pequeño, apenas reciennacido, es emitido un
diagnóstico: trisomía regular del par cromosómico 21, por parte de un
especialista médico y verificado con una prueba científica, el cariotipo. A partir
de ahí comenzamos a caer en el círculo vicioso de los problemas que justifican
el diagnóstico y que a su vez son justificados por él.
¿Por qué el niño no saluda, no dice buenos días al llegar ni adiós cuando se
despide?. “Es que tiene Síndrome de Down”. ¡Ah, pensé que era un
maleducado.
¿Por qué el niño no se viste sólo y los viste y desnuda su madre todos los días ,
si ya tiene 8 años?. “Es que tiene Síndrome de Down”: ¡Ah, creí que no le
habían entrenado.
¿Por qué sigue tomando biberones, a pesar de tener ya 6 años?. “Es que tiene
Síndrome de Down”. ¡ Ah, imaginé que era por comodidad de los padres.
¿Por qué el niño no sabe leer ?. “Es que tiene Síndrome de Down”. ¡Ah, supuse
que no le habían enseñado.
¿Por qué no utiliza el transporte público?. “Es que tiene Síndrome de Down”.
¡Ah, sospeché que no le permitían hacerlo-
Y así, una lista interminable de supuestas dificultades, que al estar justificadas
por el Síndrome de Down, no precisan de otra intervención más allá de la
resignación. Todo lo que va mal se debe a que tiene Síndrome de Down.
Podemos extenderlo a cualquier otra discapacidad, en las que el diagnóstico
médico o psicológico puede utilizarse como excusa para eludir
responsabilidades. Si catalogamos al niño como disfásico, disléxico,
discalcúlico, disgráfico, discapacitado visual o auditivo, mental o motórico,
disártrico o simplemente disbiciclético, estamos haciendo algo más que poner
un nombre a lo que le pasa. Estamos creando unas expectativas en quienes
le rodean.
Por eso les sugiero que antes de comprar una bicicleta a su hijo o a su hija,
comprueben que no es disbiciclético. No vaya a ser que luego se den cuenta
de que han tirado el dinero.

1 comentario

Anónimo -

Que buena reflexión